domingo, 29 de marzo de 2015

STEVEN WILSON - Hand.Cannot.Erase (Kscope, 2015)

RESEÑA A FONDO

Estreno este blog con esta reseña a fondo del último álbum de uno de mis músicos favoritos de todos los tiempos: el gran Steven Wilson

Como ya es habitual, cada lanzamiento del señor Wilson produce un sobresalto en la comunidad prog por la cantidad de expectativas que genera con todos y cada uno de ellos. Desde el hiato indefinido de Porcupine Tree, éstas se han concentrado en su carrera en solitario, y no es para menos, teniendo en cuenta la excelsa calidad de sus tres obras previas. En su ópera prima, Insurgentes, rompía la mayoría de moldes a través de su vertiente más drone/ambient/industrial, desconocida para algunos. En su segundo opus, Grace for Drowning, nos deleitaba con un álbum triple (¡!) que me atrevo a definir como rock progresivo contemporáneo, con todo lo que el término abarca, en el que muestra una cierta continuación lógica con el sonido de los últimos álbumes de PT. En su critically acclaimed The Raven that Refused to Sing, observamos un giro hacia un rock progresivo de corte más clásico, más setentero. Ante este cuarto disco, y tras escuchar el teaser, la pregunta era clara: ¿hacia dónde esta vez, Steven?
Quien conoce a Steven Wilson es consciente de que su abanico de influencias es caleidoscópico. También lo es de que se regocija en su propio eclecticismo musical y que retroalimenta su ego mediante la posición de líder-antihéroe que adopta en la escena… Esta explosiva combinación podría llevarle a patinar en algún momento, pero no lo hace. Álbum tras álbum mantiene la grandeza de su esencia y nos la presenta con aires renovados, tanto en sonido como en influencias. En Hand. Cannot. Erase viste su prog característico de pop, declaración que puede asombrar en primer término, pero que será fácilmente asumida al escuchar el disco. Y es Wilson: el resultado es excelente.

En este disco conceptual, que se sirve de la historia real de una joven con una vida corriente que murió en su apartamento de Londres y nadie notó su ausencia hasta los tres años como excusa para profundizar en la realidad de la vida moderna y tecnológica en las ciudades, el polifacético inglés nos ofrece su trabajo más variado hasta la fecha. Al margen de su repertorio de influencias habitual, en el que el jazz queda un poco de lado (los vientos de Theo Travis solo aparecen en un corte), introduce muchos elementos pop (género del que se confiesa gran seguidor), electrónicos y, ocasionalmente e hilando más fino, dream-pop, trip-hop y shoegaze. La pretenciosidad de la obra se ve compensada con una calidad excelsa en todos los apartados. Podemos destacar su asombrosa habilidad para fusionar infinidad de estilos e influencias en un mismo disco e incluso canción, haciéndolos funcionar a la perfección, donde la producción juega un papel fundamental ya que resalta las diferentes aristas de su música en cada momento sin restar uniformidad al conjunto, que, ante una escucha completa sin interrupciones, se despliega con total coherencia sonora. Asimismo, consigue que su banda de virtuosos actúe como tal, sin que su música sea pedante, dando lugar a que todos ellos sean protagonistas y siervos del álbum al mismo tiempo. En último lugar, nos ofrece una versión mejorada y más variada de su voz, una de sus limitaciones más evidentes.
En cuanto a la estructura del disco, pasamos de los 6 cortes de The Raven a 11, que oscilan entre los casi dos minutos y los trece. La aproximación popera y la mayor variedad compositiva así lo provoca. El álbum se abre con una intro, se cierra con una outro y transcurre entre cortes oscilantes en minutajes y sonidos, en los que podemos adivinar reminiscencias setenteras a lo King Crimson o Pink Floyd, incluso Rush; observar el evidente poso opethiano presente en muchos instantes; desatarnos con los riffs más pesados y enrevesados como fruto del gusto de Wilson por Tool y Meshuggah; o deleitarnos con las partes más catchy en las que imperan estribillos pegadizos y composiciones pop-rock. Destripemos las canciones una a una.

1. First Regret: la intro del álbum crece entorno a sintes y melodías dulces de piano. Poco a poco el piano desaparece, el ambiente se va cargando y acaba por desvanecerse.
2. 3 years older: la primera gran pieza del álbum. Su inicio se me antoja una mezcla de Time Flies y Luminol, en el que la fusión de la guitarra acústica con la caña del resto de la banda genera una sensación sonora espectacular. De repente, te sientes enganchado por una melodía simple pero efectiva, setentera onda Camel. El tema se sumerge en un laberinto de fragmentos que se dispersan en modo prog y art rock y que te devuelven al pegadizo estribillo sin que te des cuenta. Por el camino, excelente trabajo vocal de Nick Beggs a los coros y virtuosismo desbocado de todos los músicos.
3. Hand Cannot Erase: confirmación de que en este disco vamos a encontrar sonidos inauditos en sus tres predecesores. La parte más popera del genio de Hemel Hempstead sale a relucir y la instrumentación contribuye a ello: guitarra de 12 cuerdas, multitud de teclados, coros femeninos… En algunos momentos, creo percibir la sensibilidad de temas como Trains o Lazarus, así como el arrebato de Harmony Korine en la explosión de salida del estribillo.
4. Perfect Life: no voy a fluir tanto en las posibles referencias de este tema (aunque el propio Wilson nos ayuda con citas literales: Dead Can Dance, Filth, This Mortal Coil) ya que nunca me he adentrado verdaderamente en el género que domina en la pista. Dream pop, shoegaze, trip hop… Sobre una base triphopera transversal en todo el corte se edifica un auténtico temazo, con un discurso inicial que deriva en un excelente trabajo vocal, nuevamente, con una minimalista letra en bucle que se ancla en nuestra cabeza, y una cantidad de sonidos, capas, atmósferas y ecos que hacen de esta cuarta canción uno de los momentos que más recordaremos del disco.
5. Routine: inicio clásico de Wilson, al que añade en esta ocasión voces femeninas y corales. Hacia el tercer minuto, el tema desemboca en una acústica solitaria a la que rápidamente rodea una atmósfera muy Storm Corrosion. Tras una transición con un gran solo del sr. Govan, las voces graves femeninas nos conducen al apogeo del tema, en el que cantan de forma épica una estrofa a recordar: Routine keeps me in line / Helps me pass the time / Concentrates my mind / Helps me to sleep.
6. Home Invasion: momento para la caña. El metal característico de Wilson rollo Fear of a Blank Planet, que destila Tool y Meshuggah, en forma de riff entrecortado que finaliza con una salida opethiana a muerte. A partir de ahí, podría seguir sonando a Opeth, a los Opeth actuales, es decir, a los 70’. Wilson y Åkerfeldt, dos genios hermanados que beben de las mismas fuentes… Mucho Pink Floyd y hasta Rush. Quizás lo más psicodélico del álbum.
7. Regret #9: unida a Home Invasion se presenta esta canción que pretende volarnos la tapa de los sesos a base de solos absolutamente impresionantes. Tras los recitales de Adam Holzman a las teclas y Guthrie Govan a las seis cuerdas, acompañados por el sublime Marco Minnemann a las baquetas, un epílogo nos da descanso y nos conecta con
8. Transience: corte que me lleva por momentos al Grace for Drowing y a Storm Corrosion (nuevamente). Casi tres minutos de arpegio acústico, voces y una atmósfera combinación de brillos y sombras con las voces y los efectos.
9. Ancestral: llegamos al tema más largo del disco y quizás al más complejo y, para mi gusto, más completo. Wilson recupera la magia de Theo Travis (perdida en el resto del álbum) en la construcción del mismo. Avanza por terrenos ambient y electrónicos y, como es habitual en su música, estalla en un momento prog de potencia contenida. Escuchamos voces femeninas, algunas rollo soul, orquestaciones de cuerda. Cómo te gusta, Steven. Nos prepara poco a poco para la segunda mitad de la canción con un desarrollo muy Crimson: un riff en 7/4 en bucle, brevemente interrumpido, sobre el que se construye el núcleo del tema y que da paso a un riff de lo más oscuro del disco, que nos lleva a la parte más cañera y pesada tanto de esta décima canción como de su cuarto trabajo. Los dos minutos finales, tras un pequeño respiro, son una delicia barroca que amalgama los diferentes sonidos aparecidos durante los once previos. Temazo.
10. Happy Returns: el cigarro de después de Ancestral y del disco entero. Haber concluido sin este tema, siguiendo el símil, hubiera sido como finalizar un gran polvo vistiéndose deprisa y corriendo y saliendo de la habitación sin mirar atrás. Aquí encontramos el disfrute del reposo, de la recuperación del aliento, con esta creación clásica en estructura y desarrollo de Wilson, que recoge a la perfección la esencia poprockera y emocional del propio tanto del autor (Blackfield, Cover Versions, finales de discos de PT como In Absentia, Stupid Dream, The Incident…) como del álbum. Iniciada con el mismo fraseo de piano que la intro, me parece un genial camino para llevarnos de la mano hasta la outro.
11. Ascendant here on…: piano y atmósfera dream pop para acompañarnos al final de este gran viaje que es Hand. Cannot. Erase.

Si bien es cierto que no puedo afirmar que este álbum me haya llegado como lo hizo Grace for Drowning, no lo es menos que estamos ante otra obra magna de un hombre que solo se mueve en el terreno de la excelencia. Su capacidad de presentar siempre nuevos sonidos pero manteniéndose claramente reconocible, de hacer sonar contemporánea y auténtica a la vez una composición setentera, de integrar tantos estilos e influencias consiguiendo que no solo todo encaje sino que tenga un sonido signature, está al alcance de muy pocos. Mientras su talento, creatividad y versatilidad sigan rayando por encima de su ego, podemos estar seguros de que con cada entrega gozaremos de su arte sonoro. Porque sea como sea y valore como valore cada disco de Wilson, siempre tengo la misma sensación cuando me enfrento a ellos: la de estar ante una obra de arte. Y arte de autor. Que alguien me diga dónde encontrar en un mismo álbum dos temas como Perfect Life y Ancestral y que sea un álbum redondo. 

Puntuación: 9/10

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