RESEÑA A FONDO
SUPREMACÍA EN EL TRONO
Escribir sobre Godspeed You! Black Emperor es siempre
placentero e intrincado al mismo tiempo. Por un lado, es un gozo dedicarse a
una de las formaciones de mayor calidad y trascendencia de las últimas décadas;
por otro, nunca es tarea fácil atreverse a juntar letras sobre todo lo que
suponen. Quien bien les conoce sabe que no estamos hablando de un grupo al uso,
común, y, por tanto, nada que de lo que les constituye tiene ese cariz: ni sus
canciones, ni su formación, ni su imagen, ni su carrera, ni sus lanzamientos. En
lo que más nos importa, su música, es donde la cosa se pone realmente difícil.
Creo que todo intento de describirla con palabras será eternamente fatuo. Sin
embargo, es precisamente lo que voy a hacer, en una de esas ambivalentes
contradicciones que dan vida al arte y a la propia vida.
Tras un hiato indefinido que,
en términos de lanzamientos, se prolongaba desde 2003 y su Yanqui U.X.O., el colectivo canadiense retornó al panorama internacional
con Alellujah! Don’t Bend! Ascend! en
2012. Si bien la noticia resultó excelente, como el propio álbum, no podemos
considerar que éste nos mostrara la evolución de la banda casi una década
después de su última propuesta, ya que su contenido eran composiciones realizadas
a principios de milenio y que tocaron regularmente en directo durante todo ese
período. Así pues, este Assunder, Sweet
and Other Distress, supone la plasmación en estudio del primer material nuevo desde aquel parón, aunque, como
cualquier elemento proveniente de mentes como la de Efrim Menuck y compañía,
rara vez las primeras lecturas pueden darse como válidas. Los cuatro temas que
contiene este LP han sido ejecutados regularmente en directo durante los
últimos tres años como una sola pieza, que ha sido bautizada oficiosamente como
Behemoth (título bastante apropiado,
todo sea dicho) y que un servidor tuvo la ocasión de disfrutar en sus dos últimas
actuaciones en Barcelona, el 31 de octubre del 2012 en la sala Apolo y en el
pasado Primavera Sound.
Los más críticos y escépticos
dirán que no hay nada nuevo bajo el sol. Están en su derecho y puedo llegar a
entenderlos pero no estoy de su lado. Es evidente que el trabajo reseñado no
supone una ruptura con su anterior discografía; es más, diría que es una continuación
bastante lógica. No han roto la baraja pero han evolucionado. Todos los
estratos y capas que conforman su todo sónico y conceptual han sufrido
alteraciones y eso es evolución. Se observa en la forma:
-
Por primera vez desde su ópera prima, F♯ A♯ ∞ (1997), el álbum
es LP sencillo y se queda en 40 minutos de duración.
-
El tema más largo no excede los 14’.
-
No existen discursos o grabaciones de campo.
El fondo también varía. Algunos
de los matices que ya se adivinaban en Alellujah!
Don’t Bend! Ascend! muestran cierta continuidad:
- El lugar que en sus primeros tres álbumes
ocupaba su particular ambient ha sido
claramente sustituido por el drone.
-
Su sonido se ha recrudecido, dando una vuelta de
tuerca a su anterior álbum. Las guitarras abarcan un ancho mayor del espectro
sonoro, saltan más al primer plano, consiguiendo un conjunto más denso y pesado.
Asimismo, percibimos vientos
frescos e inauditos:
-
Su sonido adquiere un cromatismo previamente
inexplorado: se atisba cierta apertura luminosa, un acercamiento a un rango
emocional hasta ahora inhóspito para la banda: la esperanza. Que nadie espere
alegría: los emperadores siguen siendo negros. Pero dentro de la oscuridad de
su universo apocalíptico, por momentos, encontramos una vía de escape: pasajes
ligeramente conciliadores, tensión apaciguada y un fino hilo de luz al final de
este mundo denostado, principalmente contenidos en el primer tema. Algo así, y
salvando todas las distancias, como el Með suð í eyrum við spilum endalaust funcionó en la
discografía de Sigur Rós.
Desgranaremos a continuación
todo ello en estos cuatro cortes que contiene el disco y que, en clave Godspeed, podríamos definir como único
tema dividido en tres movimientos.
1. Peasantry or ‘Light! Inside Of Light!’
Una solitaria batería a 6/4 ocupa
los primeros segundos y antecede la poderosa entrada de las guitarras que, a
fuerza de capas, construyen la primera atmósfera densa del álbum, acentuada por
varios momentos noise. En el primer
cambio de ambiente, el violín de la imprescindible
Sophie Trudeau infunde un aroma a oriente medio que abre poco a poco el
obturador del grupo y da paso a la citada esperanza. Esperanza siempre
contenida y nunca desatada, representada análogamente por los órganos de David
Bryant y su cometido en el conjunto. Esperanza siempre presente en Godspeed como concepto pero nunca desarrollada
como sonido hasta ahora, como podemos comprobar aquí y aquí y aquí.
Desde el ecuador hasta el final
de la canción, los canadienses se mueven en su territorio favorito: la creación
de tensiones musicales que transportan al oyente en una levitación de continua
contracción. A este respecto es de rigor destacar que la intensidad del viaje es
notablemente menor que en sus anteriores álbumes. El tono, el drama, la pasión...
el todo es más pausado y apacible. No
existe el arrebato desgarrador de su primera época. Conocemos a los Godspeed más amables. No es de extrañar,
pues, el título, en un contexto donde absolutamente nada de lo que sucede es
casualidad.
2. Lambs’ Breath
Drone.
Drone.
Drone.
Parte del título del corte y observa
la portada del disco: todo está ahí. La respiración eterna y ronca de la oveja.
El sonido áspero y estático. El sol quemando la imagen. La oscuridad acechando.
Aridez y desolación. Inquietud. Soledad. Ansiedad. Miedo. Irrealidad. Descanso
tenso.
3. Asunder, Sweet
Descanso tenso. Un alivio
onírico se presenta envuelto en mil sonidos, con máscara de dulce rescate, mas sin
destapar jamás un rostro que sigue creyéndose siniestro. Separado de la luz,
separado de la dulce esperanza que una vez pareció existir, Godspeed siguen sirviéndose de sus
títulos y su maestría para manipularte emocionalmente como si en el interior de
una película de David Lynch te hallaras.
4. Piss Crowns Are Trebled
Hasta que nos salvó el violín.
Llegó su agudo en el oscuro mar de desesperanza y supimos que algo iba a
cambiar. Y aunque el cambio no fuera inmediato, sabíamos que nos iba a salvar,
que nos sacaría del constreñimiento claustrofóbico del núcleo. Y así fue: el
violín deconstruyó. Y, tras derribar lenta y solo parcialmente el muro sónico
construido en el movimiento que los dos temas anteriores suponen, asomó el
regreso la mayor virtud de estos malditos hippies visionarios: su
majestuosidad.
Piss Crowns Are Trebled es la confirmación de que la oscura supremacía
de los emperadores negros reina con mayor vigor que nunca. Sobre un tiempo 3/4
regresamos a la esencia vintage del
grupo: belleza atormentada, mezcolanza emocional y, cuando parece que la
cinemática de lo épico nos eleva al suspiro contenido de un trance
inquebrantable, llega, como es menester, la ruptura. Tras un rígido estupor, se inicia el
desencadenamiento final. La pasión incendiaria e insurgente domina el tema y
construye lentamente el crescendo con un perfecto equilibrio entre un bajo
distorsionado, riffs de guitarra rabiosos y el contrapunto tenso del violín,
que nos deshidratan en un final orgásmico-agónico-antológico.
El apoteósico cierre del álbum
me hace sentir un poco en cada uno de los seis trabajos del grupo, donde
incluyo no solo su imprescindible EP de 1998, sino este mismo largo de 2015.
Semejante afirmación me reconforta considerablemente, teniendo en cuenta la
grandeza incomparable de la discografía de GY!BE, y me sirve para constatar el
inmejorable estado de forma de la banda.
Maestros de la tensión en algo que me atrevo a denominar como narrativa
musical, Godspeed You! Black Emperor bien podrían ser denominados como
los Hitchcock, Lynch o Von Trier de la música contemporánea. Su manejo de los
estados anímico-emocionales del oyente no tiene parangón y, sea cual sea la
forma que adopte su propuesta sónica, no reducen su eficacia. No sufro al
convenir que no estamos ante su mejor obra, me parece bastante obvio. Sin
embargo, no dudo en afirmar que consiguen lo que solo los más grandes pueden
lograr en la historia de la música: sus trabajos “menos buenos” son discos
tremendos, de una calidad altísima. Evolucionan según sus propios estándares,
no cumplen ningún cliché, mantienen un sonido propio, inconfundible. Son
inimitables, literalmente. Son únicos y, sin lugar a dudas, en lo suyo son los
mejores. Pasan y pasan los años y siguen haciendo realidad lo que otros solo
logran soñar.
Puntuación:
8/10
Web oficial: GY!BE
Sello: Constellation Records



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